lunes, 4 de agosto de 2014



El universo es material y la materia es universal, identificándose ambos mutuamente. Tuvieron un origen en una causa extrauniversal e inmaterial que puede ser postulada, pero no conocida naturalmente. Tampoco la finalidad que pueda tener su evolución puede ser conocida, aunque la materia en sí misma puede explicar el cambio y la evolución de las cosas del universo. La materia (la masa y la carga eléctrica) y la energía que contiene el universo se encuentran tras la estructura y la fuerza de las cosas, estando la funcionalidad de las partículas fundamentales en el origen de toda estructuración y de toda fuerza, y siendo el empleo de la energía, no fuente de desorden, sino que de mayor complejidad y estructuración.


Patricio Valdés Marín



Mecánica


El fenómeno más evidente de la naturaleza es el movimiento de todos los cuerpos. Un cuerpo se mueve cuando cambia de lugar respecto a otros. El movimiento nos da la idea del espacio y el tiempo. De hecho, por aquél estos parámetros se relacionan entre sí. Un automóvil se desplaza, por ejemplo, a 90 kilómetros (espacio) por hora (tiempo) con respecto a la carretera. El movimiento es materia de estudio de la mecánica, que significa precisamente estudio del movimiento. Así, las mecánicas de Isaac Newton (1642-1727) y de Alberto Einstein (1879-1955) describen los movimientos de corpúsculos y cuerpos que están sometidos a la fuerza de gravedad, como las órbitas de los planetas en torno al Sol, la oscilación del péndulo de un reloj o el desplazamiento de los fotones. La mecánica cuántica, por su parte, describe movimientos de partículas que están sometidas a la influencia de la fuerza electromagnética, permitiendo el cálculo de estados de energía de electrones ligados a átomos. Esta descripción es necesaria para la comprensión tanto de la naturaleza cuántica de la radiación magnética como de la valencia química. Si lo primero que aparece de la naturaleza a un observador es el movimiento, el problema que sigue es qué lo produce. La respuesta que se ha dado desde la antigüedad es la fuerza.

Fuerza y masa

La idea moderna de fuerza se originó en el principio de inercia de Galileo Galilei (1564-1642), que dice: “un cuerpo sobre el cual no actúa ninguna fuerza conservará indefinidamente su estado de movimiento”. Dicho principio contradecía la enorme autoridad de Aristóteles, para quien hacía falta una fuerza permanente para mantener el movimiento. Así, mientras para Aristóteles un cuerpo permanece naturalmente en reposo en tanto una fuerza no lo mueva de su estado, para Galileo un cuerpo permanece naturalmente en movimiento en tanto una fuerza no cambie su estado. Así, pues, Galileo introdujo también la distinción entre movimiento y cambio. El movimiento es el desplazamiento de un cuerpo relativo a otro, mientras el cambio es la modificación de su movimiento. Es el cambio el que requiere la aplicación de una fuerza.

Newton incorporó a las ideas de movimiento, fuerza y cambio de Galileo el concepto de masa. Con la precisión que caracteriza su Dinámica Newton definió, en consecuencia, la fuerza en función del cambio del movimiento de la masa. Además de introducir el concepto de masa, le confirió dos funciones distintas: gravitación e inercia. La función de gravitación se refiere a la fuerza de atracción mutua que existe entre dos cuerpos. Esta fuerza es proporcional al producto de las masas de ambos cuerpos e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa.

Por su parte, la función de inercia está relacionada con la tendencia de la masa a resistir al cambio de movimiento. Arriba vimos que según Galileo, es el cambio de movimiento, y no el movimiento mismo, el que requiere aplicación de una fuerza. Newton describió el movimiento, definido como el desplazamiento de un cuerpo en el espacio y el tiempo, a través de sus sencillas y ahora famosas tres leyes: 1. Un cuerpo se mueve en una dirección a menos que actúe una fuerza. 2. La fuerza aplicada a un cuerpo es igual a su masa tantas veces su aceleración. 3. Para cada acción hay una reacción igual y opuesta. Así, si un cuerpo está bajo la acción de un sistema equilibrado de fuerzas, permanecerá en reposo, o bien se moverá uniformemente en línea recta. Solamente las fuerzas no equilibradas modifican el movimiento de un cuerpo. El cambio de movimiento a causa de una fuerza constituye la ley fundamental de la mecánica y supone que la única propiedad de los cuerpos que interesa en la relación fuerza-cambio de movimiento es la masa.

Para Newton, todo cuerpo contiene masa y al cuerpo se le puede abstraer la extensión y convertirlo, en nuestra imaginación, en un punto geométrico sin extensión. Así, la trayectoria del movimiento de un cuerpo considerado como punto geométrico es una línea geométrica. Pero también Newton anotó en Principia, su célebre libro: “La cantidad de masa es la medida de la misma que se establece proporcionalmente a una densidad y a su volumen”. Este principio debería ser considerado por quienes postulan singularidades y agujeros negros sin espacio.

El nuevo enfoque de Newton, que explica el movimiento de una masa con doble función, implicó un profundo cambio de mentalidad. Las cosas ya no pertenecen a estados distintos del universo por naturaleza, sino que el movimiento común entre las cosas les confiere una unidad en el universo y también otorga una unidad al mismo universo. Tanto la Luna como una manzana, y cualquier otra cosa del universo, son afectadas por la fuerza de gravedad y por la inercia. Las ideas del cambio de movimiento a causa de una fuerza y de la gravitación universal en función de una masa, junto con su explicación mediante la creación del cálculo diferencial, fueron los principales aportes científicos de Newton. La mecánica clásica, tal cual fue desarrollada por Galileo y Newton, con sus principios tan sencillos como universales, fue el fundamento de la filosofía que emergió en el siglo XVIII.

Energía

A los anteriores conceptos de cambio de movimiento y fuerza, es decir, el principio de inercia de Galileo y al concepto de masa de Newton, la dinámica moderna incorporó el concepto de energía. Este concepto tiene una data relativamente reciente. Fue desarrollado a mediados del siglo pasado, principalmente por William Thomson (1824-1907), más tarde lord Kelvin, y W. J. Macquorn Rankine (1820-1872). Comprende mucho de lo que se tuvo anteriormente por fuerza. Por consiguiente, es preciso diferenciarlo del concepto fuerza. Una cosa tiene energía si es capaz de ejercer una fuerza sobre una distancia, lo que en física se denomina trabajo. De este modo, la energía no es una cosa, sino que una capacidad o facultad de la cosa, y se distingue de la fuerza en el sentido de que la primera es un poder que tiene una cosa o un cuerpo, y la segunda es ejercida por una cosa o cuerpo en uso precisamente de ese poder. 

La fuerza se ejerce por el traspaso de energía entre dos cuerpos. El traspaso de energía se verifica a través de la fuerza y produce el cambio, con lo que se explicita la relación entre la causa y el efecto. La fuerza es la propiedad de la materia que permite que sus partes se relacionen causalmente en sus distintas manifestaciones a través de la energía.

Específicamente, la energía es la medida de la fuerza que puede ejercer una cosa o cuerpo y está relacionada con su masa a través de la velocidad. La energía es la capacidad para efectuar trabajo, y éste, que es un estado del movimiento, corresponde a una fuerza desarrollada a lo largo de un espacio determinado. Así, un trabajo realizado por un cuerpo en posesión de energía lo efectúa cuando aplica una fuerza, moviendo el punto de aplicación sobre un segundo cuerpo. El trabajo es el producto de la fuerza por la proyección sobre ella del desplazamiento de su punto de aplicación y depende de la dirección y sentido de la fuerza, siendo el trabajo máximo cuando la proyección del desplazamiento sobre el punto de aplicación tiene su dirección y su sentido. El trabajo es evidentemente nulo si el desplazamiento y la proyección de la fuerza son perpendiculares. La energía es, por lo tanto, una cantidad conservada, producto de la fuerza y la distancia a través de la cual una fuerza actúa provocando un cambio del movimiento. Luego, la fuerza es, en palabras de Miguel Faraday (1791-1867), la causa de una acción, siendo la fuente de todas las posibles acciones de y sobre los cuerpos y corpúsculos del universo. Por su parte, el concepto de potencia se refiere al índice temporal al que es gastada la energía.

En mecánica la energía está en función de la masa y la velocidad. Por masa se entiende el peso de un cuerpo relativo a la gravedad y se conserva invariante a través de los procesos físicos y químicos. Por una parte, la energía de un cuerpo depende de la cantidad de masa. Por la otra, la energía de un cuerpo depende de su velocidad. Pero la velocidad de un cuerpo es siempre relativa a otro cuerpo; está siempre referida a otro cuerpo. Luego, la energía de un cuerpo está en función de la velocidad que tenga respecto a este otro cuerpo. De este modo, la energía de un cuerpo depende de su masa, la cual se mantiene sin modificación, y de su velocidad que es siempre relativa a otro cuerpo.

Específicamente, la energía se relaciona con la masa en dos formas distintas: como energía potencial y como energía cinética. Esta distinción nos ayudará a comprender mejor la idea de una energía variable en razón de la velocidad y relativa a un segundo cuerpo. La cantidad de energía potencial que un cuerpo puede acumular en sí mismo depende primariamente de la cantidad de masa que contenga. Secundariamente, la energía potencial es una medida del efecto que un cuerpo es capaz de ejercer sobre un segundo cuerpo en virtud de sus respectivas posiciones, direcciones y velocidades relativas.

Para ser utilizada, la energía potencial debe transformarse en energía cinética. Más aún, para volverse en otras formas de energía la energía potencial debe transformarse primero en energía cinética. Pero la transformación de la energía potencial en energía cinética es sólo un asunto de perspectiva. Conforme se relaciona un cuerpo con otro en función del movimiento, la cantidad de masa específica que el primero contiene adquiere una energía cinética determinada por el movimiento relativo de ambos cuerpos. Luego, la energía cinética es la medida del efecto que la masa de un cuerpo puede ejercer sobre la masa de otro por obra de la velocidad.


Termodinámica


Prolegómenos

La fuerza se ejerce por el traspaso de energía entre dos cuerpos, y este traspaso se verifica a través de la fuerza y produce el cambio, con lo que se explicita la relación entre la causa y el efecto. La fuerza es la propiedad de la materia que permite que sus partes se relacionen causalmente en sus distintas manifestaciones a través de la energía. Toda relación de causa-efecto significa cambio y el vínculo entre una causa y un efecto es la fuerza. Una causa es el ejercicio de una fuerza que tiene por término un efecto. En la relación causal la causa genera una fuerza que el efecto absorbe y, en esta acción, ambos son modificados de alguna manera. La fuerza genera la relación causal al actualizar la energía. Un efecto es producido por la fuerza, recibiendo la energía que ésta porta. El ejercicio de una fuerza requiere contener energía en alguna forma, ya sea acumulada, como portadora (energía potencial), ya sea en movimiento, como transmisora (energía cinética). La fuerza es el vehículo de la energía que transita a lo largo de un acontecimiento entre una causa y un efecto. El cambio es el producto de la transferencia de energía por medio de la fuerza que produce estructuraciones y desestructuraciones en los cuerpos durante un acontecimiento o proceso.

Puesto que en toda relación causal se produce una secuencia temporal, la fuerza es aquello que se interpone entre el “antes” y el “después” de tal acontecimiento; ella constituye el “ahora” del acontecimiento. En todo cambio hay traspaso de energía de acuerdo a la primera ley de la termodinámica; todo cambio es irreversible, según su segunda ley. Por lo tanto, podemos subrayar que la fuerza genera el devenir y desarrolla el tiempo. Los acontecimientos conforman un proceso que genera un tiempo y un espacio para efectuarse. Una relación causal es el proceso, y depende de la cantidad de energía que se transfiere y de la velocidad de la transferencia. Un cambio puede ser tan imperceptible como la evaporación del agua en un vaso en el ambiente de una pieza o tan explosivo como la oxidación de un volumen de hidrógeno. También entre la causa y su efecto se genera un tiempo y un espacio, siendo la relación más rápida la que alcanza la velocidad de la luz. El espacio generado en una relación causal adquiere significación sólo cuando la causa y su efecto se relacionan entre sí; antes son solo campos de fuerza de ambos, causa y efecto, que no se relacionan aún.

Un solo acontecimiento, una sola relación causa-efecto, no logra decirnos mucho acerca del espacio-tiempo: tan sólo que un acontecimiento separa un antes de un después en algún lugar. La dimensión espacio-temporal es el conjunto de los múltiples acontecimientos particulares que están sucesivamente relacionados en un proceso, porque se van actualizando en un tiempo determinado, que es el presente para un determinado lugar del espacio. Pero esta dimensión no puede ser únicamente lineal, ni tampoco unidimensional. El tiempo no es independiente del espacio, pues la sucesión de acontecimientos no se da únicamente en un punto espacial, sino que abarca un tejido interdependiente de distintos acontecimientos cuya correlación es asunto de la posición en el espacio no sólo del observador, que es un referente particular, sino del big bang, que es el referente absoluto del universo. El universo es el conjunto de las interrelaciones causales que tiene su origen en el big bang. Y a causa de este origen común y estar compuesto por la misma energía, aquél tiene unidad y sus leyes naturales se cumplen en todo tiempo y lugar.

La acción de la materia no ocurre en el espacio-tiempo, sino que produce el espacio-tiempo. La relación de causalidad se da tanto directamente, mediante el contacto entre corpúsculos y cuerpos, como indirectamente, mediante los campos de fuerzas gravitacionales y electromagnéticos. Einstein descubrió que el fotón es la partícula encargada de las relaciones de causalidad electromagnética a distancia. De modo distinto, sin intervención de una supuesta partícula gravitacional, pero a causa de la funcionalidad gravitacional de la masa se produce la causalidad de la gravitación, y ello es efecto de la expansión del universo.

El espacio es propio de la estructura, y el tiempo, de la fuerza. Entonces, nuestro universo no es el campo espacio-temporal donde juegan fuerzas y estructuras, sino que el juego mismo es el espacio-tiempo desarrollado por la interacción fuerza-estructura. Si su origen primigenio fue una energía infinita contenida en un no-espacio, su evolución en el curso del tiempo ha seguido el transcurso de una continua y cada vez más compleja estructuración, la cual ha ido desarrollado el espacio. En el universo existen un límite inferior y un límite superior para la acción de la causalidad. El límite inferior es la dimensión del cuanto de energía, dado por el número de Planck, y que determina la escala más pequeña para la existencia de la relación causal. El límite superior para la relación causal se refiere a la velocidad máxima que puede tener el cambio, que es la de la luz.

La explicación de las anteriores afirmaciones se encuentra en dos consideraciones que son importantes. Por una parte, la energía no tiene existencia en sí misma, sino que a través de la materia. La materia en sí misma es condensación de energía. Pero también la materia es el medio a través del cual la energía fluye de un lugar a otro. Por la otra, la materia no es un algo indiferenciado, sino que estructurado. Al decir estructurado se refiere a dos características. En primer lugar, una estructura está compuesta por estructuras de escalas menores y forma parte de estructuras de escalas mayores, y en segundo término, toda estructura es específicamente funcional, es decir, emplea la energía para ejercer fuerza de manera específica. Las leyes de la termodinámica se refieren a la cantidad de energía. Evidentemente, la energía puede medirse por la cantidad, pero en la energía convertida en fuerza gracias a la funcionalidad específica de cada estructura se mide más bien la calidad. Por ejemplo, la energía contenida en el azúcar que la sangre lleva al cerebro es transformada por las neuronas en complejos pensamientos, tales como relacionar conceptos tan abstractos como materia, energía, estructura y fuerza. Así, en este ejemplo se pueden distinguir la física, la química, la biología, la psicología y la filosofía.

Transformaciones

La termodinámica, disciplina que analiza los procesos físicos que operan en cualquier sistema en términos de estado, y en oposición a la mecánica, describe la energía con gran brillo. Sus dos primeras leyes tienen una significación análoga: la energía de un sistema aislado es constante y su entropía tiende a un máximo. Su primera ley, enunciada primeramente por Hermann von Helmholtz (1821-1894) a partir del experimento de James Joule (1818-1889) que probaba la equivalencia del calor y del trabajo mecánico, es la de la conservación de la energía. Esta afirma que todo cambio en la materia debe ser compensado exactamente por la cantidad de energía: “la energía no puede ser creada ni destruida, sólo se transforma”. Vimos más arriba que la energía pasa desde una causa hacia un efecto. La energía total de un sistema aislado es siempre constante, a pesar de las transformaciones que haya sufrido.

Del mismo modo como toda estructura está constituida, en último término, por partículas fundamentales, los diversos tipos fundamentales de fuerza asociados a las estructuras son también limitados. Estas fuerzas transfieren un conjunto limitado de energías y también se disuelven en el mismo conjunto. Podemos distinguir entre estas energías la térmica, la química, la radiante, la eléctrica, la mecánica y la atómica. Únicamente la energía radiante puede darse en ausencia de masa o de carga eléctrica, pues existe en los fotones. Estas diversas formas de energía pueden transformarse unas en otras mediante un motor, el cual relaciona lo que tienen en común, que es la fuerza. Ésta se expresa en el cambio del movimiento de los cuerpos, desde partículas subatómicas hasta galaxias. Observemos que las estructuras no pueden interactuar si las fuerzas correspondientes no están relacionadas a energías del mismo tipo para que puedan sumarse, restarse o anularse.

El siguiente ejemplo puede ilustrar el caso: la reacción nuclear del Sol, asociada a las estructuras de los núcleos de hidrógeno, produce luz, la que es transmitida por radiación a la Tierra. Esta radiación produce la fotosíntesis, fenómeno químico asociado a una estructura molecular y que produce una estructura con un cierto contenido energético aprovechable. En su estado leñoso o de combustible fósil esta estructura puede combustionarse químicamente para generar calor. El calor, transmitido por radiación infrarroja, conducción y convección, excita los átomos de la estructura cristalográfica del receptor, logrando elevar su temperatura. Si es agua, puede transformarse en vapor, alterando su propia estructura intramolecular, y adquirir presión, esto es, conservar en sí la energía inicial. La presión del vapor puede mover un mecanismo asociado con una estructura mecánica, como un pistón o una turbina, y hacer girar un eje. Su movimiento, transmitido a un rotor, puede, en combinación con un estator, generar electricidad, energía asociada a la estructura del manto electrónico de los átomos. Mediante una resistencia eléctrica esta energía puede transformarse en calor y proseguir por un ciclo diferente y así sucesivamente ad in aeternum de acuerdo a la primera ley de la termodinámica o ley de conservación de energía.

Entropía o desorden

La segunda ley de la termodinámica, enunciada por primera vez por Nicolás Carnot (1796-1832), nos señala no obstante que cada transformación efectuada es irreversible si no hay aporte adicional de energía, siendo la irreversibilidad una característica fundamental de la naturaleza. La energía tiende a fluir desde el punto de mayor concentración de energía al de menor concentración, hasta establecer la uniformidad. Esto es, el flujo tiene un solo sentido y, por tanto, demuestra la irreversibilidad del tiempo, rompiendo la simetría entre el antes y el después y estableciendo la diferencia entre la causa y el efecto. La obtención de trabajo a partir de energía consiste precisamente en aprovechar este flujo.

Más tarde, Rudolf J. E. Clausius (1822-1888) aportó la idea de que “en toda transformación que resulte irreversible en un sistema aislado, la entropía aumenta con el tiempo”. Entropía, palabra griega que significa transformación, es el término que Clausius empleó para representar el grado de uniformidad con que está distribuida la energía. Cuanto más uniforme, mayor es la entropía. Cuando la energía está distribuida de manera perfectamente uniforme, la entropía es máxima para el sistema en cuestión. Las concentraciones de energía tienden a igualarse y la entropía aumenta con el tiempo.

Usualmente la entropía se la representa figurativamente, a partir de Ludwig Boltzmann (1844-1906), como una medida de desorden. A pesar de que esta imagen ha ganado popularidad, frecuentemente ella se presta a gran confusión y muchos equívocos, pues el desorden se lo representa en forma estructural y, por lo tanto, estático, en circunstancias de que la entropía se trata de un fenómeno dinámico y se refiere únicamente a la energía. El error es explicar lo que ocurre con la energía recurriendo a la estructura. Y así, algunos (en realidad, muchos), expresando figurativamente la segunda ley al modo de Boltzmann, afirman que el desorden, imaginado como homogeneización estructural, siempre aumenta con cualquier proceso que ocurra en un sistema aislado, lo cual es un error.

Entropía o transformación

A pesar de la difusión que ha tenido la identificación de la idea de homogeneización, propia del desorden estructural, con el concepto de uniformidad con que se describe la entropía a partir de Clausius y Boltzmann, sugiero no obstante que por entropía debe entenderse genéricamente transformación, tal como es su etimología. Ahora bien, desde el punto de vista de la energía, por entropía debe entenderse específicamente una medida de disponibilidad de energía o de la probabilidad del estado de un sistema físico; si un sistema se ha desviado de su estado de equilibrio estadístico, la probabilidad de que vuelva a dicho estado es mucho más grande que la de que se aleje aún más.

En palabras no cuánticas, lo decisivo de esta segunda ley es que afirma simplemente que en un sistema cerrado, en el que la energía permanece constante, disminuye la cantidad de energía disponible para realizar trabajo; se puede convertir todo trabajo en calor, pero no se puede convertir todo el calor en trabajo. Así, aunque se mantiene el haber total de energía, no toda ella puede ser convertida en trabajo, puesto que éste siempre fluye del cuerpo caliente al frío o, más genéricamente, desde el que tiene mayor energía potencial hacia el que tiene menos. En consecuencia, el trabajo aprovechable en cualquier proceso concreto ocurre entre dos estados determinados de energía potencial. Una vez agotada la energía disponible cesará el proceso. Si se quisiera efectuar nuevo trabajo útil habría que abrir temporalmente el sistema cerrado y suministrarle energía adicional.

Tiempo después, el mismo Clausius introdujo el interesantísimo concepto de “disgregación” a manera de una medida de la ordenación de las moléculas de un cuerpo, dándole una explicación mecánica. Contrario a esta nueva formulación de la segunda ley de la termodinámica, James Clerk Maxwell (1831-1879) argüía que ésta es una ley esencialmente estadística que describe el comportamiento de un gran número de moléculas y que no puede ser explicada mediante una teoría de los movimientos moleculares individuales. Pero para Clausius la disgregación es más fundamental que la entropía, y desde nuestra perspectiva, él andaba por el camino correcto, pues la segunda ley, más que entenderse como cambio y transformación, o desorden, se refiere principalmente al efecto de la aplicación de trabajo.

Así, en todo sistema en que la energía se convierte en trabajo, existe tanto desestructuración como estructuración de la materia. Pero puesto que toda estructura es funcional en toda escala a partir de la estructura más fundamental de todas, el resultado neto de la aplicación de trabajo, que termina en entropía, es recíprocamente una mayor estructuración de la materia. Más que un simple ordenamiento de moléculas, partículas o cualquier otro tipo de unidades, como pensaba Clausius, la disgregación es en realidad estructuración. Si lo que antes era y ahora aparece disgregado, la disgregación es en efecto la estructuración de otra cosa probablemente más compleja. De éste modo, todo trabajo se emplea en el proceso de estructuración, y toda transformación produce nuevas estructuras, incluso de escalas superiores.

Boltzmann sólo era capaz de ver desorden como resultado del ingreso de energía en un sistema. Si un tarro de pintura recién abierto, que contiene un conjunto heterogéneo de materiales, tales como pigmentos diversos, aceites, disolventes, etc. en estratos, lo revolvemos, es decir, traspasamos la energía de nuestro brazo al sistema del tarro, al cabo de unos minutos los compuestos quedarán homogeneizados y podremos aplicar el compuesto a una superficie para que quede de un solo color. Boltzmann hubiera dicho que el desorden es completo y la entropía máxima. No obstante él habría estado en un error. Para explicar este dilema, podríamos considerar esta aplicación de energía como una condición del sistema. Entonces, al cabo de días o semanas de revolver, y si la pintura se encuentra además expuesta a la sequedad del aire, sin duda aparecerán algunos pequeños conglomerados y grumos en ella, hasta que se produzca algún tipo de estructuración nueva, probablemente no tan funcional a nuestras necesidades como para cubrir de color alguna superficie.

Sin embargo, la estructuración que resulta de la entropía no se limita unilinealmente a la sola escala del sistema considerado, como ocurre cuando una sustancia, junto a otra (u otras) se transforma en una tercera. Así, por ejemplo, algunos seguidores de Boltzmann debieran “lamentar que cristales de sacarosa deban disolverse irreversiblemente en, digamos, un determinado volumen de leche de vaca. Pero si tras aplicar calor y revolver la mezcla por un tiempo obtenemos una nueva estructura caracterizada por un color, textura, sabor y hasta aroma que nos deleita y que llamamos “manjar blanco”, ya no tendríamos razón para lamentarnos. Incluso, aquellos seguidores quedarían perplejos si esta nueva estructura se transformara en subestructura de otra extraordinaria estructura que llamamos torta de panqueque con nuez.

Entropía y estructuración

Lo que indica el ejemplo anterior es que las fuerzas exógenas que intervienen en un sistema producirán ciertamente grados de desestructuración y de homogeneización. Si estas fuerzas exógenas son consideradas como condiciones del sistema, como por ejemplo, la fuerza de gravedad, la radiación solar, la presión atmosférica, la humedad relativa, etc., no sólo las fuerzas endógenas de las partículas fundamentales, sino que también la capacidad funcional de las estructuras para transformar energía exógena y para relacionarse mutuamente, conseguirán nuevas estructuraciones de la materia.

El punto que se debe destacar es que la energía que ingresa en un sistema no lo hace en forma indiferenciada, sino que mediante algún tipo específico de fuerza o de fuerzas. Ciertamente, a una causa determinada sigue un efecto también determinado. Este efecto puede ser una estructuración a escala superior, como cuando se juntan dos átomos de hidrógeno con uno de oxígeno. La estructuración resulta virtualmente impredecible, no pudiendo establecerse el efecto específico que sigue, cuando una pluralidad de causas actúa en forma aleatoria y variable.

En consecuencia, se puede sugerir que entropía no significa sólo homogeneización, sino que su resultado es la estructuración, y que lo que la segunda ley de la termodinámica expresa realmente es que en un sistema cualquiera la energía disponible empleada para realizar trabajo no produce necesariamente uniformidad y menos desorden. Por el contrario, esta energía se utiliza para estructurar la materia según la funcionalidad de las estructuras y dependiendo de sus distintas escalas, desde las más simples hasta las más complejas. Además, las estructuras creadas obtienen un equilibrio energético y una conservación molecular, situación que tiende a mantenerse mientras el sistema no entregue ni absorba energía, esto es, que no sea ni causa ni efecto. La propuesta redefinición de la segunda ley fundamenta aún más la teoría de la complementariedad estructura-fuerza.

La explicación de las anteriores afirmaciones se encuentra en dos consideraciones que son importantes. Por una parte, la energía no tiene existencia en sí misma, sino que a través de la materia. La materia en sí misma es condensación de energía. Pero también la materia es el medio a través del cual la energía fluye de un lugar a otro. Por la otra, la materia no es un algo indiferenciado, sino que estructurado. Al decir estructurado me refiero a dos características. En primer lugar, una estructura está compuesta por estructuras de escalas menores y forma parte de estructuras de escalas mayores, y en segundo término, toda estructura es específicamente funcional, es decir, emplea la energía para ejercer fuerza de manera específica. Las leyes de la termodinámica se refieren a la cantidad de energía. Evidentemente, la energía puede medirse por la cantidad, pero en la energía convertida en fuerza gracias a la funcionalidad específica de cada estructura se mide más bien la calidad. Por ejemplo, la energía contenida en el azúcar que la sangre lleva al cerebro es transformada por las neuronas en complejos pensamientos, tales como relacionar conceptos tan abstractos como materia, energía, estructura y fuerza. Así, en este ejemplo se pueden distinguir la física, la química, la biología, la psicología y la filosofía.

Límites

Prosiguiendo con la física, si se deseara aumentar al máximo la entropía, el estado final del proceso debiera tener la temperatura más baja posible. La entropía máxima que se puede esperar es que toda la energía haya sido empleada en el proceso de estructuración. Sin embargo, la entropía tiene un límite que es expresado por una tercera ley de la termodinámica: “conforme nos acercamos al cero absoluto, las energías libres y totales llegarán a hacerse iguales”. Esta ley implica que nunca un cuerpo puede llegar a la temperatura de cero absoluto, punto en el cual los procesos transcurren sin pérdida de energía. El cero absoluto no puede ser alcanzado; es inaccesible. A la temperatura de cero absoluto simplemente deja de haber movimiento. De este modo, mientras la velocidad finita de la teoría de la relatividad fija el límite máximo a los cambios de energía posible, la energía de punto cero de la termodinámica les fija el límite mínimo. Esta limitación de un proceso natural --el alejamiento asintótico de un ideal propuesto por las nociones matemáticas de infinito y cero-- condiciona la realidad del universo. Todos los cambios reales de energía son finitos y todo cambio de energía, por pequeña que sea, implica pérdida. Jamás se puede alcanzar la estructuración absoluta.

Todo sistema, en cuanto estructura, pertenece a un sistema de escala mayor, siendo el mayor de todos, límite absoluto de todo, el mismo universo. En este sentido, ningún sistema puede ser considerado absolutamente cerrado, pues forma parte del universo de una u otra manera. Y el universo, en tanto sistema, no es cerrado, pues sus límites se van expandiendo en forma continua y permanente a la misma velocidad que la máxima que puede alcanzar la causalidad, que es la de la luz.

En el curso de la historia del universo, cuyo origen estuvo en una cantidad infinita de energía contenida en un punto espacial infinitamente pequeño, se puede suponer que la condensación de energía, en la medida que el espacio se fue expandiendo a la velocidad de la luz, ha tenido como resultado una creciente estructuración de la materia que ha tenido como principio la conversión de energía en masa y carga eléctrica. Todas las cosas del universo no han emergido con diferentes grados de estructuración, sino que han surgido a partir de las partículas fundamentales que han sido el inicio de la estructuración de la materia para proseguir a través de escalas sucesivas cada vez más complejas. Toda estructura es una forma de contener energía, y la masa y la carga eléctrica se han ido estructurando en formas cada vez más eficientes de contener y utilizar energía.


Relatividad


Precursores

Para la física clásica, un cuerpo en reposo respecto a otro no tiene energía, sino sólo masa. Recibe energía sólo cuando se pone en movimiento respecto a otro cuerpo. La energía aumenta con la velocidad de la masa. El cuerpo gana en inercia. Sin embargo, para el físico holandés Hendrick Antoon Lorentz (1853-1928), la masa del cuerpo crece si su velocidad aumenta, pero no de modo proporcional según el aumento de la velocidad, sino exponencialmente hasta el límite de la velocidad de la luz. A la velocidad de la luz la masa de un cuerpo sería infinita.

Lorentz había deducido su ecuación de la idea del físico irlandés George Francis Fitzgerald (1851-1901), quien, en 1893, expresó una hipótesis para explicar los resultados del experimento de Michelson-Morley respecto a la velocidad de la luz, aduciendo que toda materia se contrae en la dirección del movimiento y que esa contracción aumenta exponencialmente según la velocidad de la masa. Según su propia ecuación, a velocidades muy elevadas la contracción es sustancial. Por ejemplo, una regla de 30 cm de longitud que pasara ante nuestra vista a 262.000 km/s nos parecería que mide sólo 15,24 cm, y a la velocidad de la luz su longitud en la dirección del movimiento sería cero. Este fenómeno recibió el nombre de “contracción de FitzGerald”.

Teoría especial de la relatividad

Para la teoría especial de la relatividad, producto del genio del citado Einstein, el acrecentamiento de la energía cinética de un cuerpo ocurre simultáneamente con el de su masa, y llega a ser enorme para velocidades próximas a la de la luz, llegando a ser infinita si la masa alcanzara dicha velocidad, cosa que lógicamente es imposible experimentar, indicando que la velocidad de la luz es una barrera infranqueable. Einstein dedujo que la energía de un cuerpo en reposo es el producto de su masa por el cuadrado de la velocidad de la luz, relación que se escribe en la famosa fórmula E = m c². Así, la energía contenida en la masa es enorme (1 gramo de masa contiene 9 billones de julios, ó 25 millones de kilovatios hora). Esta realidad es de gran importancia y significa que la energía y la masa son interconvertibles, siendo la masa un enorme acumulador de la energía y siendo ambas dos aspectos de una misma realidad. Si en el comienzo del universo sólo hubo energía, la masa existente ha sido el producto de la conversión de parte de dicha energía.

Así, pues, la teoría de la relatividad resulta ser un perfeccionamiento de la teoría de la gravitación universal, y surgió para compatibilizar la idea newtoniana de que toda velocidad, incluida la de la luz, depende del movimiento del observador, con la idea de que la velocidad de la luz es la misma para todos los observadores. Esta teoría, publicada por Einstein en 1905, se denomina “especial” o “restringida” porque se refiere al movimiento a velocidad constante respecto al observador, y se distingue de la teoría “general”, publicada diez años después, que se refiere al movimiento uniformemente acelerado. Analizaremos a continuación el fundamento de esta primera teoría.

Newton supuso que para las leyes físicas de la inercia y la gravitación debe existir un sistema de referencia absoluto. Este sistema lo atribuyó a un tiempo y un espacio absolutos, donde los acontecimientos son simultáneos. Esta idea probó ser una abstracción, o una simplificación de la realidad. Así, pues, mientras los parámetros de tiempo y espacio fueron considerados absolutos, se pudo pensar en la simultaneidad de los sucesos para distintos observadores. Pero, a partir del descubrimiento realizado por Albert A. Michelson (1852-1931) y Edward Morley (1838-1923) de que la velocidad del movimiento tiene un límite absoluto de 299.793 kilómetros por segundo en el espacio vacío, Einstein revolucionó la concepción euclidiana respecto a la infinitud y la eternidad del universo. En primer término, si la velocidad máxima del movimiento es la de la luz y tiene un valor absoluto, ella constituye una constante universal. Esta velocidad máxima para la propagación de una causa se refiere tanto a los fenómenos electromagnéticos, por ejemplo la luz, como a los fenómenos gravitacionales, y es el tope absoluto para el movimiento de la masa.

En segundo lugar, si la velocidad del movimiento tiene un límite máximo absoluto, entonces el tiempo y el espacio tienen que ser relativos para un observador con relación al cuerpo observado que se mueve, ya que la velocidad de la luz es enteramente independiente del movimiento tanto de la fuente luminosa como del observador. Así, dos sucesos acaecidos en lugares diferentes son o no simultáneos dependiendo de la posición del observador. El universo no tiene un sistema de referencia absoluto, diría Einstein. Me atrevería a agregar que los únicos referentes absolutos para el universo son su inicio en el big bang, la gran explosión que estuvo en el origen del universo, y el tiempo presente del observador. El hecho de que el tiempo y el espacio son en sí mismos relativos y que se relacionan entre sí a través de la velocidad de la luz, único parámetro absoluto, llevó a Einstein a hablar, no de tiempo y espacio, sino de espacio-tiempo.

La teoría de la relatividad parte, como hipótesis fundamental, de que las acciones no pueden propagar sus efectos con una velocidad mayor que la de la luz. La propagación de la fuerza no puede superar la velocidad de la luz. Esta velocidad es el límite de la propagación del efecto en el cono de luz, que comprende los puntos espacio-temporales que son alcanzados por la onda lumínica emitida por el punto activo. Puesto que el campo de fuerza, cuya velocidad máxima es la de la luz, determina las relaciones espacio-temporales entre los sucesos, no puede existir un sistema de referencia absoluto. Todos los sistemas inerciales son equivalentes, y la contracción de las longitudes y la dilatación de las duraciones observadas son recíprocas.

En el espacio-tiempo newtoniano podemos suponer que entre el pasado y el futuro se intercala un momento infinitamente breve, al que llamamos el instante actual. Einstein descubrió que lo que se intercala es un intervalo temporal finito cuya amplitud depende de la distancia espacial entre el acontecimiento y el observador, y, en último término, entre la causa y el efecto, pues lo percibido por el observador es el efecto del acontecimiento.

Al aceptar que la velocidad de la luz es constante, se debe aceptar también una serie de fenómenos inesperados que salen de nuestra experiencia cotidiana. Famosos son los ejemplos de Einstein empleando trenes en marcha, varas de medida y relojes para dar a entender que para un observador los objetos tienden a acortarse en la dirección del movimiento hasta llegar a una longitud nula en el límite de la velocidad de la luz (contracción de FitzGerald). En dichos objetos, para el observador, el paso del tiempo tiende a hacerse más lento, hasta detenerse en el límite de la velocidad de la luz. Para el mismo observador la masa de aquellos objetos en movimiento tiende a aumentar con la velocidad hasta hacerse infinita con la velocidad de la luz (transformación de Lorentz).

El corolario que sigue es que la energía que se debe imprimir a un cuerpo tendría que ser infinita para que llegara a alcanzar la velocidad máxima límite; o, desde el punto de vista complementario, la masa de tal cuerpo que alcance la velocidad de la luz llegaría a ser infinita en la perspectiva del observador ubicado ya sea en el punto de partida o en el de llegada; toda la energía que se le transfiera se va convirtiendo en masa a medida que el cuerpo se va desplazando cada vez más cercano a la velocidad de la luz, desde el punto de vista de dicho observador. Por ello, a la velocidad máxima absoluta, o de la luz, no puede haber masa. De ahí que tan solo los neutrinos y los fotones, las únicas partículas que se desplazan a esa velocidad, no tienen masa ni carga eléctrica, y de éstos, sólo los fotones tienen únicamente energía.

La energía que contendría la masa de un cuerpo que viajara a la velocidad de la luz es más que el suplemento de masa que se agrega a la masa de un cuerpo cuando es sacado del reposo y que proviene de la transformación, proporcional al cuadrado de la velocidad, de su energía cinética en masa, según lo establecido por Newton. Según la teoría de la relatividad, ese suplemento es infinito. El suplemento de masa no es proporcional a la velocidad, sino que se va haciendo asintóticamente infinito a medida que la masa se acerca a la velocidad de la luz.

Einstein dedujo que la masa y la energía son interconvertibles a la velocidad de la luz. A esta velocidad la masa adquiere una nueva función, además de las establecidas por Newton de inercia y gravedad. Su sencilla fórmula E = mc² afirma que la masa es una forma muy concentrada de energía, pues el valor de la velocidad de la luz al cuadrado es realmente grande. Esta relación fue experimentalmente comprobada en 1932 por Cockroft y Walton, en su acelerador de partículas, al descomponer en dos núcleos de helio un núcleo de litio, bombardeado con protones de hidrógeno. La famosa fórmula significa que la masa es condensación de energía y que puede también convertirse en energía.

Teoría general de la relatividad

A fines de 1915 y diez años después de enunciar su teoría especial de la relatividad, Einstein publicó su teoría general. Esta se hacía necesaria para él en vista de que su teoría especial daba cuenta únicamente de sistemas inerciales de movimiento rectilíneo y uniforme, mientras que en el universo real de las fuerzas gravitacionales existen no sólo sistemas de movimientos acelerados, sino que también existirían sistemas de movimiento curvilíneos.

Lo primero que hizo fue formular el principio de equivalencia de los efectos del movimiento acelerado y los del campo gravitacional, las dos funciones distintas de la masa de Newton, es decir, inercia y gravitación. Una persona que estuviera sobre la superficie de la Tierra tendría el mismo peso relativo que si estuviera en un ascensor que mantuviera un movimiento uniformemente acelerado de 1 G. A ella le sería imposible distinguir el movimiento producido por fuerzas inerciales (aceleración, reculado, fuerza centrífuga, etc.) del producido por la fuerza de gravedad. Este principio es la clave de la teoría de la relatividad general, y también su debilidad.

En su propia concepción cosmológica Einstein sustituyó el campo de gravitación por sistemas de referencia de carácter acelerado, descartando el concepto clásico de la fuerza gravitatoria que atrae. La gravitación deja de ser una fuerza, y no atrae nada. La idea de que los cuerpos se atraen entre sí sería una ilusión causada por erróneos conceptos mecánicos de la naturaleza. El universo no sería una máquina que produce fuerzas gravitatorias. En cambio, la gravitación sería una propiedad geométrica que el continuo espacio-temporal adquiriría en las cercanías de las masas. La masa, por simple presencia, intervendría en la estructura geométrica del espacio y en el ritmo del transcurrir del tiempo, acortando las distancias y prolongando las duraciones. La gravitación sería una perturbación métrica que la presencia de la masa provocaría en el espacio-tiempo.

El comportamiento de los cuerpos en un campo gravitacional no estaría en función de atracciones, sino en función de las trayectorias que siguen. La gravitación sería simplemente parte de la inercia. El movimiento de los cuerpos (cometas, planetas, estrellas, etc.) dependería de su inercia y los cursos respectivos que siguen estarían determinados por las propiedades métricas del continuo espacio-temporal. La gravitación daría la medida de la deformación que experimentan la distancia y la duración en torno a grandes masas. Esta deformación tendría su valor propio en cada punto del continuo espacio-temporal.

Critica a la teoría general de la relatividad

El problema fundamental de la teoría de la relatividad general está en haber hecho equivalentes las dos funciones de la masa que Newton descubrió: la inercia y la gravedad. En su teoría especial Einstein había tenido un acierto extraordinario cuando correlacionó la energía con la masa en función de la velocidad de la luz. Sin embargo, en el caso de su teoría general él no tenía justificación alguna para identificar la inercia y la gravedad. Éstas son dos funciones completamente distintas de la masa sin relación alguna entre sí, excepto por la existencia de la masa. Adicionalmente, los escasos fenómenos que han sido observados y que podrían sustentar esta teoría pueden ser en realidad efectos de otras causas. En el fondo, existen dos problemas básicos en la teoría general de la relatividad: 1º Concibe la existencia del espacio-tiempo como anterior a la masa-energía, y no como una condición de la causalidad entre las cosas en las que intervienen la masa y la carga eléctrica. 2º Supone que el espacio-tiempo es un continuo, en circunstancias de que fundamentalmente está dividido cuánticamente.

Si bien la teoría especial de la relatividad es efectivamente una teoría científica por cuanto relaciona la energía con la masa a la velocidad de la luz, que son hechos totalmente verificables, no se puede decir lo mismo de la teoría general. En el caso de ésta, por ser una descripción de la realidad basada en supuestos principios, no es propiamente una teoría, sino que una concepción filosófica del universo. Toda concepción filosófica tiene la función de proveer un marco de comprensión más abstracto que la realidad propiamente causal. Sin embargo, ella no tiene un sustento teórico, pues la correlación de la inercia con la gravedad no es verificable, sino que es una analogía para casos específicos.

La gravedad es el efecto de la tendencia a la separación que tiene la masa que se desplaza radialmente a la velocidad de la luz desde el punto original en el big bang y que, por tanto, posee energía infinita respecto a su origen. La inercia es la energía que obtiene la masa respecto al movimiento de otro cuerpo masivo.

No se puede concluir que dos causas de origen distinto deban identificarse entre sí por tener un mismo efecto aparente. Una persona puede tener el mismo peso de 80 kilogramos cuando está parada en la vereda que cuando está parada en el piso de un ascensor que se desplaza en el espacio y fuera de cualquier efecto gravitatorio a una velocidad acelerada de 9,8 m/s². La diferencia es que para dar dicho efecto el ascensor depende de un motor que consumiría constantemente una cierta cantidad de energía para dar al movimiento una determinada aceleración, considerar su peso y el de sus cables y pasajeros, y contrarrestar al mismo tiempo el efecto de un roce cada vez mayor, mientras que la gravedad de la Tierra depende de otro tipo de energía.


Notas:
Este ensayo, ubicado en http://unihum1a.blogspot.com/,  corresponde al Capítulo 1, “Materia primordial”, del Libro I, La materia y la energía (ref. http://unihum1.blogspot.com/)